sábado, 25 de febrero de 2017

El BFA muestra los ambientes de Silverio




Búsqueda, memoria, respeto, fidelidad, recreo... Y trabajo. Búsqueda en la segunda mitad del siglo XIX, en que no había grabaciones sino apenas unos grabados y dibujos y una poca literatura para describir al incipiente flamenco.  Memoria de los ambientes, los tipos, las vestimentas, los cantes y los bailes que se hacían entonces para traerlos con gran atractivo al primer plano animado de hoy. Respeto y rigor a la hora de analizar aquel tiempo, recuperándolo e insuflándole vida nueva. Fidelidad histórica, minuciosidad en los detalles y recreo feliz de  lo que constituyó el flamenco y el pre-flamenco en la época de Silverio sin elucubrar ni distorsionarlo.

Y mucho trabajo, sí, porque antes de acometer el proyecto, Rafael Estévez ha visto grabaciones de Las Macarronas localizadas en París y grabadas hace justo un siglo atrás; ha consultado el Archivo de Imagen de la Biblioteca de Nueva York; se ha asesorado con el musicólogo investigador Guillermo Castro Buendía para las músicas y las partituras del siglo XIX; se ha leído cuanto hay escrito sobre la biografía y andanzas de Silverio Franconetti... Es decir, que ha acometido la construcción de la obra desde el conocimiento y el rigor, aprovechando las escasas fuentes existentes, para reproducir la ambientación real de su personaje. Toda esa reconstrucción da idea de la dimensión y la seriedad con que se ha fabricado.

Y le ha añadido trabajo, mucho trabajo en poco tiempo, porque el onubense Rafael Estévez fue nombrado director del Ballet Flamenco de Andalucía en septiembre último. En tan corto margen, ha montado un espectáculo con una propuesta riesgosa y con abundantes desafíos, ha imprimido su sello a la compañía y ha conseguido, con el apoyo de su socio Nani Paños,  una obra que cumple todos los requisitos exigibles a una compañía que debe representar con categoría  y nivel a nuestra Comunidad. En definitiva, "Aquel Silverio" es un magnífico montaje y un excelente espectáculo de ballet flamenco.

En las coreografías encontramos la recreación de los bailes de la escuela bolera, el braceo hipnotizador de las bailaoras evocando aquellas Juana La Macarrona y La Mejorana del Café de la calle Rosario, hace de esto 130 años; la sutileza y la finura de Macarena López y Sara Jiménez dándoles vida hoy... Las coreografías brillantes, armoniosas, plenas de flamencura...

Los cantes que se hacían entonces y los que cantaba el propio Silverio, según nos han contado. Jaleos, polo y caña, serrana, rondeñas, jaberas, peteneras, sevillanas,  un vasto repertorio de cantiñas, seguiriyas, paseo por Triana, guaracha, recuerdos de América y la mítica cabal, que acometió Sebastián Cruz cantando al límite, como era menester. Las tesituras tan altas en que se cantaba por aquellos entonces y que obligaban esta vez a los cantaores a un esfuerzo sostenido durante todo el espectáculo. Cruz, El Mati y Cheito estuvieron espléndidos. Y como sorpresa, la de escuchar cantar -flor de sal de Cai- al bailaor Alberto Sellés (¡Ay, abuelo Aurelio..!). Y la música de Jesús Guerrero, todo un acierto de calidad y encaje.

En el argumentario del relato, el Silverio que viene de América, sus facetas de picaor de toros, de militar, de empresario de Café cantante, de artista, dibujado a trazos imaginativos y bien resueltos. En el desarrollo hay hasta una incursión histórica en el tiempo pasado, recordando el fusilamiento del liberal general Torrijos y el pronunciamiento de Riego, allá por el primer tercio del siglo XIX, como un homenaje a las libertades de la Constitución de Cádiz de 1812, del Cádiz al que regresó de su aventura americana Silverio, el cantaor que ordenó el flamenco y abrió espacios para su profesionalización.

Hay cuadros verdaderamente brillantes, como las ágiles coreografías del primer movimiento y de gran parte del segundo, creando una sensación plástica que nos transporta a un tiempo que no hemos vivido, pero que imaginamos tal como nos lo cuenta el BFA; las estampas tauro-flamencas de la corrida, expuestas y resueltas con una deliciosa creatividad, y la esperada y celebrada cabal,  ya mencionada, del movimiento tercero. 

Así fue el estreno de este Ballet de Andalucía, dirigido por Rafael Estévez,  en el marco del sobresaliente Festival de Jerez, pasando con nota muy alta su première.
Si acaso, un par de pecadillos veniales que son subsanables para sucesivas representaciones: el primero, su duración, que sobrepasó los cien minutos, y eso es demasiado tiempo, cuando se sabe por experiencia que el interés del espectador decae no más allá de la hora y cuarto. Quizás convendría reducir o quitar algunos cuadros para ajustarlo a la duración ideal. Y el segundo pecado estuvo en la terminación, el Réquiem, que deja el final de la obra abajo, decadente y oscura, lo cual no conviene a la regla del espectáculo imperante  en nuestro tiempo: la obra debe cerrar arriba y, tratándose de un personaje tan glorificado como Silverio, ese final se puede y se debe reconvertir. Salvando esto, "Aquel Silverio" es una obra muy sólida, que supone una revitalización del BFA y un triunfo claro de su director Rafael Estévez.  

Inauguración del 21º Festival de Jerez. Teatro Villamarta, 24 febrero 2017.

 

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