martes, 21 de febrero de 2017

Arcángel, grande del cante

Hoy mismo, 21 de febrero de 2017, la Junta de Andalucía anuncia que concede a Francisco José Arcángel Ramos, ARCANGEL, la Medalla de nuestra Comunidad, un honor para el artista onubense y un orgullo para toda la cultura flamenca onubense, que tiene en él al artista más importante de este tiempo.

El siguiente comentario lo escribí tras una larga entrevista de casi cuatro horas, realizada en 2009 para la colección "Los flamencos hablan de sí mismos", dirigida por Manuel Curao y apoyada por la Universidad Internacional de Andalucía. Ocho años después, la perspectiva que ofrece el transcurso del tiempo es interesante para entender la evolución, la trayectoria y la consagración de Arcángel como grande del flamenco.




Concluía la crónica del New York Times, cuando actuó allí en febrero de 2009, que  “Arcángel es un cantante con mando y apasionado; pertenece a la nueva generación de maestros del cante flamenco. El destinatario de muchos honores, ha deslumbrado al público con sus actuaciones. Es un cantaor grande”. Aquí ya lo sabíamos, pero está bien que lo valoren desde una mirada más distante y menos apasionada. El flamenco, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de hecho, es apreciado desde cualquier lugar del mundo, y sus intérpretes considerados al nivel de las figuras de cualquier otra música. El flamenco ha dejado de ser un exotismo racial para el resto del mundo de hoy y es algo más que un folclore regional.


   Sí. Estamos ante un cantaor grande, aunque tenga sólo treinta y dos  años; un artista con una personalidad cantaora indudable, bien definida y dotado de unas facultades formidables. La voz de Arcángel es cristalina, limpia, fluyente como el agua, capaz de cruzar los espejos, que diría el poeta. Una voz con matices jondos emocionantes, gratificante al oído siempre, con una plasticidad asombrosa...

Conozco a seguidores de su cante que lo adoran, que se emocionan nada más lanzar un ¡ay!,  porque su voz cautiva y atrae como los minerales de esa tierra donde están las raíces de sus genes, que es el Andévalo, Alonso por más precisar. Él se entrega en cada cante a corazón desnudo y el público le suele agradecer con fervor esa comunión que oficia cada vez que canta. Esto es así y yo lo he visto.

Pero antes de afirmarlo,  digo que establecí la distancia que todo aficionado viejo y cabal debe poner para enjuiciar a cualquier cantaor. ¡A ver qué pasa con este niño de voz limpia, a ver si conoce bien el cante o si dice que viene innovando y a lo peor no ha aprendido todavía lo básico, a ver qué piensa..! Al cabo de la conversación que mantuvimos, puedo concluir que el señor Arcángel me aclaró dudas y que es un gran cantaor hoy, al que veremos crecer mucho todavía en los años venideros, porque tiene facultades, curiosidad y capacidad para lograrlo. Buen conocedor de los cantes, Arcángel posee una técnica que le permite dominarlos sin esfuerzo aparente, y un compás, una afinación y una dosificación casi perfectos. Cosa curiosa, porque los cantaores muy técnicos suelen flojear en espontaneidad, en pellizco: él, sin embargo, las armoniza con facilidad extraordinaria. Como se dice en Huelva, este niño ‘sabe más que Briján’ (referido al doctor 0’Bryan, que  era un médico traumatólogo británico de las minas de Riotinto, muy reputado por sus conocimientos, al que el habla popular de la tierra rebautizó como Briján).

Estamos ante un cantaor que conoce su responsabilidad ante los aficionados, que experimenta, que innova sin desplazarse un centímetro del espíritu que anima al flamenco. Experimenta, sí, y está en su derecho, porque Arcángel no traiciona la esencia, no vicia el cante; busca aire nuevo sin salirse del compás ni de la emoción antigua que lo sustenta. Crea, ilustra, abre puertas nuevas, sí, pero respeta la horma. Y esas son virtudes incuestionables. Arcángel trabaja con los mismos planos de los cantaores legendarios, que fueron erigiendo el afortunadamente inconcluso edificio del flamenco hasta hoy. No es un revolucionario ni un trasgresor, sino un clásico que aporta y enriquece. Durante la charla, le escuché en varias ocasiones apelar a la libertad dentro del flamenco, como quien se siente presionado y reclama su aire. Tan respetable es su apelación como la rebeldía de este grupo de jóvenes cantaores que están haciéndonos presentir, me barrunto, una nueva época dorada para el flamenco. Sin mezclar churras con merinas, eh?, que sabemos de quiénes estamos hablando y quiénes no caben  en esta banasta.

Hace poco, escuchando la antología de The Beatles, concluí que  aquellos ‘revolucionarios’ de los años 60 me sonaban tan clásicos, fueron tan revitalizadores de lo que había en la música ligera hasta que llegaron ellos, que pensé: si no hubiera sido por estos melenudos, la música habría quedado estancada, como un fósil por falta de aire nuevo... Pues tal con Arcángel y su generación de ramas nuevas del árbol flamenco. Acéptenme para dentro de quince o veinte años –y yo que lo vea- la apuesta de verificar si acierto o me equivoco. Arcángel será un clásico para entonces. Ya lo es. Él es un grande del cante, como finalizaba la crónica del New York Times la última vez que actuó en la capital del mundo.

Estamos ante un cantaor que sabe muy bien y ha fijado desde el principio un campo abierto de juego, para sí y para los aficionados. Y los límites de este arquitecto de la música flamenca no son otros que estos: la estructura del edificio del cante es una y se respeta, pero el diseño de los habitáculos que lo componen admite y necesita nuevos aportes estéticos. Y en esa tarea está Arcángel, como están otros de su generación. Ni fusiones ni ortodoxias; no hay que obsesionarse con extremosidades, que los tiempos están cambiando a velocidad de vértigo. ¿Saben de dónde parte, a qué fuentes viaja permanentemente a beber el onubense? A los clásicos. A Chacón, a la Niña de los Peines, a Caracol, a Pepe Marchena, a Camarón, a su idolatrado Morente ...Y de ahí extrae las mieles con que nos deleita cuando canta.

Una coda final a esta breve presentación, ya que he conversado con uno de los más importantes jóvenes flamencos del momento. Esto no va por Arcángel, pero siento necesidad de decirlo.


Cuando hablas con los flamencos jóvenes, se vislumbra en ellos que están en un contexto nuevo, y queda en el aire como un estertor de lo que fue y está dejando de ser... Algo se está perdiendo y algo nuevo emerge. Los jóvenes flamencos tienen una actitud que nos hace sospechar que aquel Romanticismo, que fue abono y cobertera natural del flamenco, no es ya su teta nutricia. Pero como el flamenco es un espíritu, nunca morirá; sólo le dan crisis, y no es el caso ni el momento, porque está bien vivo y vigoroso. Los artistas viejos cantaron conforme a la manera y la sociedad en que vivieron; hoy, el espíritu flamenco se mantiene, pero se vive y se canta de otro modo. Tanto influye su ambiente vital en la obra del artista popular...  Es ley de vida. Así fue siempre la evolución: lo nuevo, sobre lo viejo, y para mantener lo viejo, la memoria. Esperemos que nunca el olvido. 

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