lunes, 19 de marzo de 2012

¡Los guitarristas!

¡Vaya cómo están! De un tiempo a esta parte hay más guitarristas que setas en el monte. Casi todos los que emergen al panorama flamenco tocan bien, tienen una excelente técnica, manejan el instrumento con destreza... ¿Y de creatividad? Bueno, esa es otra cuestión. No todos la poseen, aunque todos presumen de originalidad. ¿Y flamencura? Ay, amigo. En la flamencura se ha abierto un portillo por donde se están colando mezcolanzas variadas, músicas foráneas, heterodoxias que van más allá de lo aceptable. Hay mucho tocaor atrevido que, sin saber el abecedario del toque flamenco, está importando influencias inaceptables para el aire flamenco, intoxicando las esencias. La con-fusión que aportan es grande y perniciosa, pero quien más quien menos se cree en posesión de un genio equiparable al de Paco de Lucía..., sólo que, con el tiempo, la obra del de Algeciras se demuestra vigorosa y flamenquísima (siempre lo fue) y la de algunos de estos modernos probablemente no aportará nada. El tiempo dirá. Lo que ya está dicho, sin necesidad de someterse a más pruebas, es la actitud de algunos 'figuritas' del toque que quieren serlo también acompañando a los cantaores, y los confunden. Cuando acompaña al cante, el tocaor debe asumir su papel estricto, sin salirse del canon, porque su labor es secundaria a la obra que crea el cante. El cante ha sido, es y será siempre la esencia y lo principal del flamenco. Cuando se acompaña, no valen más protagonismos que el de ser un ayudante ejemplar. Recientemente, hemos visto a un tocaor de estos -pero hay muchos, demasiados- que quieren ser figuras hasta cuando acompañan y destrozó varios cantes a la buena cantaora y mejor persona que es Argentina. ¿A quién benefició esa actitud soberbia y exhibicionista? A Argentina, no. Pero a él mismo, tampoco. Por contra, recuerdo a Eduardo Rebollar, acompañando a Laura Vital con una delicadeza y una maestría que sacó lo mejor de la cantaora; se ciñó como un guante de seda al cante, desde su técnica exquisita y, acompañando, erigieron piezas hermosísimas y construyeron entre ambos una actuación magistral. ¿Y qué decir de maestros como el desaparecido Enrique de Melchor, que jamás confundió ser acompañante con tocar como solista? ¿Se puede lucir un tocaor acompañando de manera ortodoxa y flamenca al cantaor? Claro que sí. Sobran los experimentos. Cuando Picasso trazó unos brochazos y compuso un toro con media docena de líneas, había dibujado antes con la perfección y el detalle de una fotografía. Y quien quiera ser figura hasta cuando se ducha, que no acompañe, que se haga concertista. Por los paises asiáticos hay mucho mercado para estos figuras.

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