lunes, 2 de abril de 2012

A Onofre en su gloria

-. Compadre querido, aquí andamos, tratando de adaptarnos al vacío de tu ausencia y resignados porque ya no disfrutaremos más de tu vitalidad y de tu ilusión contagiosa. Nos queda tu ejemplo de hombre cabal, auténtico y maestro, en el que tratamos de mirarnos todos los que te queríamos. Cabal como categoría máxima del aficionado flamenco y como actitud plena de la persona de bien que fuiste. Pertenecías a una generación de aficionados en vías de extinción: la de quienes habeis vivido el flamenco con todas sus facetas vivas de arte romántico.... Ser flamenco fue siempre un modelo, una forma de ser y de sentir. Como la tuya. Tuviste señorío y sapiencia, dos virtudes poco frecuentes que tan mal encajan los mediocres. Onofre le cantó a la vida, transmitiéndonos a quienes estábamos cerca de él la fuerza de su entusiasmo. Y fue generoso con todos a manos llenas, maestro que ayudó a muchos jóvenes cantaores, sencillo hasta quitarse importancia, idealista y confiado, él que había aprendido la asignatura del mundo practicándola desde la amistad en la universidad de la calle. Como era tan lúcido, nunca creyó en abstracciones imponderables como eso del amor de una ciudad o el afecto de tal o cual institución. Onofre relativizaba esas formulaciones. Y con razón, porque las que aprecian son las personas, una a una y desde su corazón. Por eso, en su último acto público, cuando le reconocieron con la Medalla de Huelva a la identidad onubense “por haber situado al fandango, nuestra seña de identidad más emblemática, en lo más alto del mundo flamenco”, pudimos percibir el caudal de afecto que le profesaba aquella asamblea popular. El transcurso del tiempo y la historia del fandango reconocerán como un hito de triunfo aquel Congreso de Benalmádena de 1987, en el que con una exposición pedagógica y magistral, lo puso en valor ante un sanedrín de doctores y pontificales del cante. Onofre logró, en este y en otros foros (congresos, aulas universitarias, conferencias, etc.) que cambiaran la mirada y el prejuicio hacia los fandangos de Huelva. Asi que a él por el rigor de su divulgación y a Paco Toronjo por su cante, a los dos se les debe lo más importante de la proyección fuera de Huelva que el fandango ha tenido en el último medio siglo. Onofre era uno de los flamencólogos más conocedores del cante que había en España, respetado y consultado por todos los estudiosos de nuestro arte universal. -. Huelva debe corresponder a tu generosidad con gratitud y reconocimiento, compadre, porque ningún poeta estuvo tan plenamente enamorado ni la pregonó como tú durante toda su vida. Le aseguraste, firmando últimas voluntades, un amor para más allá del presente: “Hasta que mi cuerpo esté / en un rincón en el cielo / mirando pa la Merced / gritaré que a Huelva quiero / y que siempre la querré” ¿Se puede hacer una declaración más hermosa y eterna? Desde sus cabezos granas hasta el muelle de levante, desde la reivindicación de que hay que darle lo suyo hasta el lirismo nostálgico de la Plaza de la Soledad de tu juventud, estuvo Huelva en tu sentir. Envolviste a tu ciudad en su bandera “Blanca y azul” y de ahí surgió el verdadero himno popular choquero. Querido Onofre, “La Toña y la Malena” seguirán eternamente bailando. Y tu “Niña Lola” permanecerá por siempre fresca y lozana, hechizando nuestras almas. Tu obra es el fruto de tu talento, que dio creaciones de una elegancia y una originalidad singulares y bellas. Toda una vida dedicada a investigar y a divulgar nuestros fandangos en los foros más importantes del flamenco, a componerlos y cantarlos hasta conseguir la dignificación, el reconocimiento y el respeto de la comunidad flamenca, merecen que su memoria quede fijada en hechos concretos. -. Las Peñas saben cómo te dedicaste a ellas, con qué afán de ayudar y de crear. Fuiste feminista por solidario y por un sentido igualitario de la justicia. La Peña Femenina tiene como su obra cúlmen la discografía de la que fuiste maestro y alma. Y la Peña Flamenca alcanzó su mayor esplendor, igualmente, con la antología de fandangos que tu mano dirigió. A las dos Peñas se lo pido, como aficionado y como vivificador de tu figura y tu obra que voy a ser a partir de ahora, compadre. Amigos Carmen y Eduardo: fijad la memoria de Onofre con iniciativas duraderas: cread un gabinete de estudios sobre el fandango y ponedle su nombre, rotulad con su nombre el aula de vuestras peñas donde se enseña a cantar el fandango, abrid un rincón con una mesa y cuatro sillas de enea en vuestros locales y ponerle el nombre de Onofre..., por ejempolo. Iniciativas que perduren en el tiempo, como su figura merece, porque parafraseando a Federico, “tardará mucho tiempo en nacer un onubense tan claro, tan rico de aventura”. Onofre tenía un montón de proyectos que se han quedado por hacer; entre otros, montar una Escuela Pública del Fandango, para enseñar a los escolares a conocer nuestro tesoro musical. ¿Querría el ayuntamiento asumir este proyecto, alcalde, amigo Pedro? Una Escuela Pública del Fandango, con cursos gratis para escolares con facultades e interesados en aprenderlo, que sean cantera y progresión para el futuro. “Escuela Pública del Fandango Onofre López”. -. ¡Cuánto te vamos a echar de menos, compadre! Nos orientabas con tu faro de hombre y de aficionado cabal e incorruptible, con tu largura de saberes flamencos, catedrático de veras donde no son todos los que se dicen... Dándonos la música de tu alma. Y tu cante. ¡Qué bien cantaste siempre, maestro!... Nadie recortó como tú los tercios de ese caballo al galope que es siempre el fandango, recogiendo las riendas en el momento justo en que nos clava la espuela en los ijares de la emoción. Eras un verdadero artista, tocado por la magia divina. Puedes sentirte satisfecho de tu obra, de tus conocimientos y de tu actitud como flamenco y como hombre... Los que tanto te queremos, estaremos de por vida orgullosos de ti. Pero ni una lágrima más, compadre querido: te vamos a recordar desde la alegría y el buen humor, que fueron tus mejores cartas credenciales. ¡Viva tú, Onofre. Viva tú!

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