"Cantaores"
se tituló el espectáculo de Jesús Méndez y Antonio Reyes en el Teatro Lope de
Vega y su actuación quedó definida en la plena acepción de la palabra: cantaores.
Nada más y nada menos. De los grandes de este momento en el flamenco. Dos
pilares que son ya referencia de los cantes de Jerez y de la zona costera de
Cádiz, y que seguirán creciendo y
ocupando puestos punteros los próximos quince o veinte años. Esto es una
evidencia. Como lo es que Caracol sigue más vivo hoy, incluso, que hace veinte
años en la memoria de los aficionados. Caracol corrige al olvido en las
gargantas de Antonio Reyes y Jesús Méndez, como pudimos confirmar en las
zambras que ambos cantaron, llenas de pasión y de grandeza, con el piano de
Sergio Monroy, discípulo de Arturo Pavón.
Antonio
Reyes lleva más tiempo cantando que Jesús, y es ahora, en su plenitud, cuando
se encuentra en los cantes como quien pasea por el patio de su casa:
desahogado, dominando, acariciando la melodía, masticando los tercios, mu
despacito... Así que su cante, más que llegarnos nos impregna, nos cala el
espíritu como una lluvia fina. Tiene un eco que se mete en los sentidos para
horas y horas. Lo que destila el
chiclanero es miel y canela batidas. Y así, de ese cante test para los artistas
que son los tientos, hace una obra mayor ralentizando los tercios, rematándolos
como el orfebre enamorado de la joya bien hecha. Por su garganta desfilaron los aires de
Camarón, de Rancapino, de La Perla... ¡Bendita tradición, que está vehiculando
hacia el futuro esta joven generación de artistas!
Y Jesús
Méndez. ¡Qué progreso tan espectacular el del joven vástago de la casa jerezana de los Méndez en tan poco
tiempo! Jesús es un valor seguro en el cante siempre, una enciclopedia de los
cantes, sobre todo los de su tierra. Lo he escuchado estar bien o mejor, pero
nunca mal; jamás ha salido a un escenario con desgana o por cumplir. Tiene una
personalidad cantaora bien definida y no se parece a nadie. Cada vez va doliendo
más su cante; pero esto es un proceso lento para quienes tienen el privilegio
de una voz potente y afinada como la suya. No le deseo que pase fatigas, ¡por
Dios!, pero dice Rancapino y otros maestros viejos que para doler cantando es
necesario haber sufrido. Lo dejo ahí. Espectacular en su toná, maestro en su soleá
por bulerías, hiriente en pasajes de su seguiriya... Cantando por arriba,
valiente y sin alivios ni rodeos. Como siempre. Me gustan los flamencos cabales
y esta noche hemos escuchado a dos que lo son.
Los dos cantaron tonás, fandangos y zambras.
No por competir, supongo, porque son dos voces y dos maneras de ejecutar el
cante bien distintas. No pareció un ensayo para actualizar aquello de las
parejas enfrentadas, Joselito versus Belmonte, Méndez versus Reyes. Pero la
fórmula queda muy bien, así que hay que
felicitar a Carlos Sánchez, que la ideó y la dirige.
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