sábado, 27 de septiembre de 2014

REIVINDICACION DE CANELA DE SAN ROQUE



Hay muy pocos cantaores que duelan como Canela de San Roque. Sobran dedos de una mano para contarlos. No sé por qué no se le ha dado todavía a Canela el lugar en la cumbre del cante que se merece. Quizás porque es del que se ha considerado siempre extrarradio flamenco, el Campo de Gibraltar, esa comarca cantera de artistas a la que sólo se comenzó a mirar cuando Luis Soler descubrió con su diccionario "Flamencos del Campo de Gibraltar" y su libro "Algeciras. Cien años de flamenco" el rico yacimiento que ha tenido y tiene.

Lo cierto es que Canela de San Roque es, me parece, el cantaor jondo más conmovedor y profundo de los que se puede disfrutar hoy por hoy. Tiene un eco tan doliente y cabal que, escuchándolo por cualquiera de sus palos favoritos (soleá, seguiriya, fandangos, bulerías)  se  disparan las emociones hasta echarnos de sí.

-. ¡Nos vas a matar un día de un infarto, Alejandro! -, le dije tras su actuación en la sala sin microfonía del convento Santa Clara, en la Bienal de Sevilla.

Me sonrió cómplice, nos dimos un abrazo y me dijo:

-. He tenido que echarle un par de c... Es que esto hay que hacerlo así.

Y en esas dos frases, Alejandro Segovia, cantaor gitano de San Roque, 1947, condensó lo que es la esencia y la actitud ante la Verdad del cante, desde siempre y para siempre. "He tenido que echarle...". Él lo hace siempre. Y si en un fraseo le faltaren fuerzas, o matices o se le ha ido el caballo suelto..., va a recuperar ese terreno en el siguiente.  Ni nos engaña ni se engaña. Si al cante no le echas todos los redaños de los que sean capaces tus fuerzas, se te va crudo, no lo dominas ni lo modelas. No dueles. Serás un trabajador del flamenco, pero no un artista con mayúsculas. (Una de las cosas que más me gusta de este arte es la imperiosa exigencia que plantea de crear una obra bien hecha, de situar siempre como objetivo máximo el tender al momento sublime).  

Y la otra: "Es que esto hay que hacerlo así". Claro que sí. Hay que entregarse, buscar las profundidades mistéricas del flamenco, la comunión con los aficionados. Y controlar esa fuerza bárbara con la fusta dulce del saber quehacer. Y disfrutar por las praderas abiertas de los tercios del cante cuando toque disfrutar, pero sufrir hasta la fatiga más grande cuando toca sufrir. Eso es lo que hace Canela. Y por eso nos provoca esa conmoción somática que nos impele a salir a la calle, tras escucharle, cantando y haciéndole quiebros al aire. Como idos, como locos momentáneos.

Se te clava en el corazón el eco de Canela. Y te mata porque no hay artificio, porque es un guía que te lleva de la mano hacia las profundidades del cante sin ojana ni falsas complicidades. El suyo es un sentir desnudo, directo, sin alivios ni puertas falsas, porque "es que esto es lo que hay que hacer",  enfrentarse a la Verdad y rociar de éxtasis a quien le escucha. Llevarnos a un trance místico,  dolorosamente gozoso o gozosamente doloroso, según el orden de nuestra sentimentalidad, que nos transporte a tiempos y espacios a los que sólo un reducidísimo grupo de oficiantes  privilegiados es capaz de conseguirlo.

Que esto es literatura? No, no. Esto es la descripción literal de lo que sintió este aficionado escuchando a Canela, sin micrófonos ni añadidos técnicos. ¡Qué no será en un cuarto de cabales, con poca gente y bien avenida! Cantó Canela por soleares, seguiriyas, fandangos y bulerías. Cortito todo, porque compartió el tiempo con su hijo. Con la guitarra de Periquín Niño Jero, bromista como siempre y con sus zapatos marrones y blancos, que parecía un bailaor de claqué en excedencia.

-. Vamos a acordarnos de Sevilla... De Mairena..., dice Canela.

- ¡Y de Andorra!, le responde rápido Periquín.

Periquín es su acompañamiento perfecto, el que mejor delinea los planos sonoros y sitúa en el toque los impulsos emotivos del cante de Canela.


También cantó José Segovia Cortés, Canelita hijo. Magnífico por soleá. De las mejores que llevo escuchadas en esta Bienal, con unas falsetas novedosas y muy flamencas de Manuel Jero (atención a este tocaor, que tiene cosas que decir con su guitarra).  

Pero Canelita hijo tiene un problema de visibilidad: es tan enorme Canela padre, que todo lo que haya a su alrededor es absorbido por su magnetismo. Paciencia y a seguir aprendiendo, José. El del flamenco es un camino largo y de aprendizaje constante. Paciencia... y a seguir disfrutando, porque lo que tiene a su lado Canelita hijo es muy grande. Muy grande Canela de San Roque.

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