Hay muy
pocos cantaores que duelan como Canela de San Roque. Sobran dedos de una mano
para contarlos. No sé por qué no se le ha dado todavía a Canela el lugar en la cumbre
del cante que se merece. Quizás porque es del que se ha considerado siempre extrarradio
flamenco, el Campo de Gibraltar, esa comarca cantera de artistas a la que sólo
se comenzó a mirar cuando Luis Soler descubrió con su diccionario
"Flamencos del Campo de Gibraltar" y su libro "Algeciras. Cien
años de flamenco" el rico yacimiento que ha tenido y tiene.
Lo cierto es
que Canela de San Roque es, me parece, el cantaor jondo más conmovedor y
profundo de los que se puede disfrutar hoy por hoy. Tiene un eco tan doliente y
cabal que, escuchándolo por cualquiera de sus palos favoritos (soleá,
seguiriya, fandangos, bulerías) se disparan las emociones hasta echarnos de sí.
-. ¡Nos vas
a matar un día de un infarto, Alejandro! -, le dije tras su actuación en la
sala sin microfonía del convento Santa Clara, en la Bienal de Sevilla.
Me sonrió
cómplice, nos dimos un abrazo y me dijo:
-. He tenido
que echarle un par de c... Es que esto hay que hacerlo así.
Y en esas
dos frases, Alejandro Segovia, cantaor gitano de San Roque, 1947, condensó lo
que es la esencia y la actitud ante la Verdad del cante, desde siempre y para
siempre. "He tenido que echarle...". Él lo hace siempre. Y si en un
fraseo le faltaren fuerzas, o matices o se le ha ido el caballo suelto..., va a
recuperar ese terreno en el siguiente. Ni
nos engaña ni se engaña. Si al cante no le echas todos los redaños de los que
sean capaces tus fuerzas, se te va crudo, no lo dominas ni lo modelas. No
dueles. Serás un trabajador del flamenco, pero no un artista con mayúsculas.
(Una de las cosas que más me gusta de este arte es la imperiosa exigencia que
plantea de crear una obra bien hecha, de situar siempre como objetivo máximo el
tender al momento sublime).
Y la otra:
"Es que esto hay que hacerlo así". Claro que sí. Hay que entregarse,
buscar las profundidades mistéricas del flamenco, la comunión con los
aficionados. Y controlar esa fuerza bárbara con la fusta dulce del saber
quehacer. Y disfrutar por las praderas abiertas de los tercios del cante cuando
toque disfrutar, pero sufrir hasta la fatiga más grande cuando toca sufrir. Eso
es lo que hace Canela. Y por eso nos provoca esa conmoción somática que nos
impele a salir a la calle, tras escucharle, cantando y haciéndole quiebros al
aire. Como idos, como locos momentáneos.
Se te clava en el corazón el
eco de Canela. Y te mata porque no hay artificio, porque es un guía que te
lleva de la mano hacia las profundidades del cante sin ojana ni falsas
complicidades. El suyo es un sentir desnudo, directo, sin alivios ni puertas
falsas, porque "es que esto es lo que hay que hacer", enfrentarse a la Verdad y rociar de éxtasis a
quien le escucha. Llevarnos a un trance místico, dolorosamente gozoso o gozosamente doloroso,
según el orden de nuestra sentimentalidad, que nos transporte a tiempos y
espacios a los que sólo un reducidísimo grupo de oficiantes privilegiados es capaz de conseguirlo.
Que esto es
literatura? No, no. Esto es la descripción literal de lo que sintió este
aficionado escuchando a Canela, sin micrófonos ni añadidos técnicos. ¡Qué no
será en un cuarto de cabales, con poca gente y bien avenida! Cantó Canela por
soleares, seguiriyas, fandangos y bulerías. Cortito todo, porque compartió el
tiempo con su hijo. Con la guitarra de Periquín Niño Jero, bromista como
siempre y con sus zapatos marrones y blancos, que parecía un bailaor de claqué
en excedencia.
-. Vamos a
acordarnos de Sevilla... De Mairena..., dice Canela.
- ¡Y de
Andorra!, le responde rápido Periquín.
Periquín es
su acompañamiento perfecto, el que mejor delinea los planos sonoros y sitúa en
el toque los impulsos emotivos del cante de Canela.
También
cantó José Segovia Cortés, Canelita hijo. Magnífico por soleá. De las mejores que
llevo escuchadas en esta Bienal, con unas falsetas novedosas y muy flamencas de
Manuel Jero (atención a este tocaor, que tiene cosas que decir con su
guitarra).
Pero Canelita hijo tiene un
problema de visibilidad: es tan enorme Canela padre, que todo lo que haya a su
alrededor es absorbido por su magnetismo. Paciencia y a seguir aprendiendo, José.
El del flamenco es un camino largo y de aprendizaje constante. Paciencia... y a
seguir disfrutando, porque lo que tiene a su lado Canelita hijo es muy grande.
Muy grande Canela de San Roque.
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