sábado, 13 de septiembre de 2014

Jerez nunca falla

 Podrán estar más o menos brillantes, pero sus embajadas de arte flamenco nunca fallan. Jerez es... Jerez: la primera potencia del flamenco, la que tiene cogido el patrón de la autenticidad de este arte nuestro y es el quien más se aproxima a su Verdad. Jerez extrae lo esencial del flamenco con la fórmula más sencilla posible: cante, toque y palmas. No hace falta más: alguien que cante, una guitarra y unos palmeros de acompañamiento. Con esa composición elemental alcanza la magia que nos transmite. Es de prever que en un espectáculo coral no todos los artistas rindan al mismo nivel (hoy el bajón le ha ocurrido a Fernando de la Morena, apagado e incapaz de insuflar emoción a sus intervenciones), pero el conjunto del espectáculo indica que se ha mantenido el nivel de atención y de tensión positiva durante las tres horas que ha durado. Los aplausos del público y los oles surgidos en el patio de butacas apuntan en esa dirección.

 El espectáculo V.O.R.S. ha llegado a la Bienal de Sevilla con mucho rodaje, pues el disco se grabó hace más de dos años y han desaparecido algunos de sus integrantes iniciales (El Torta, fallecido a primeros de este año) y se han incorporado otras voces, sobre todo femeninas (Juana la del Pipa y Tomasa La Macanita). Es, pues, una obra del cante de Jerez con solera y con recorrido por los escenarios. Y llegaba al Teatro Maestranza tras la endeble gala inaugural dedicada ayer a Enrique Morente. De entrada, Juana la del Pipa y Capullo, con las guitarras brillantes y maestras de Periquín Niño Jero y Manuel Parrilla. Tía Juana es la emoción misma cantando, un hervidero de sentimientos, y Capullo tiene una habilidad importante: es el artista flamenco con más dominio escénico que he visto; tiene un control absoluto del escenario y sabe como nadie enfervorizar a los públicos. Dos voces desgarradas que van componiendo su canción con granito, dos espátulas impresionistas dibujando sobre el lienzo barroco del cante los tientos, tangos, bulerías por soleá, fandangos... El cante de Fernando de la Morena (ya lo dije) pasó desapercibido, sin énfasis ni jondura. En cambio, Luis el Zambo dejó unas bulerías por soleá y unos fandangos de muy bella factura, con la guitarra limpia y tradicional de Domingo Rubichi. Y Manuel Moneo cantó con sentimiento por soleá, acordándose de su hermano El Torta, e hizo una seguiriya de excelente factura, con Barullito acompañándole. Pero ninguno cantó con el relajo de otros escenarios. ¿Les cohibió el Teatro Maestranza? Puede ser. No serían los primeros.

 Quien está viviendo la plenitud de su carrera es Tomasa La Macanita. Se acordó de Moraito, El Torta y Terremoto y cantó un par de malagueñas de El Mellizo formidables. Y luego, unas bulerías por soleá inmensas, valientes y rematadas desde el poderío de su voz. ¡Qué jonda y qué cabal La Macanita! Está tocada por la gracia de los cielos. Es la indiscutible Paquera de este tiempo. Y de remate, Agujetas, aparentemente anárquico porque canta tres letras de soleares y se va a los fandangos, vuelve y hace un martinete, luego otro fandango, y una seguiriya..., todo muy cortito y sin arriesgar demasiado, que tiene cerca de 80 años (no se sabe su edad exacta porque no hay partida de nacimiento que la certifique). Agujetas canta como lo hacían los antiguos, y 'pasa' de la guitarra, se atraviesa en una falseta, entra cuando le parece... Menos mal que Antonio Soto, el formidable guitarrista malagueño que merece mucha más atención de la que se le dispensa en los medios, conoce el paño y está en el secreto de cómo acompañar al primitivo y fascinante Agujetas.

 Y una coda sobre la bulería. El repertorio jerezano es intencionadamente corto: cuatro o cinco palos... y bulerías. Todos y cada uno de los artistas acaban sus intervenciones siempre con ellas, de manera que sumas y antes del fin de fiesta hemos escuchado bulerías esta noche ocho o nueve veces esta noche, con letras repetidas además. Esto no es un mérito, por más que los jerezanos exhiban orgullosos la bulería como su bandera identitaria. Decía Juan Talega que "cuando se canta mucho, es mucho-cante".

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