domingo, 14 de septiembre de 2014

Lo que pudo haber sido y no fue



Rocío Márquez estrenaba en la Bienal su obra "El niño. Andando por los campos marcheneros", dedicada a la figura de Pepe Marchena, sobre quien está preparando su tesis doctoral. Vaya por delante reconocerle el mérito de que nadie como ella podía reivindicar y revivificar a Pepe Marchena, porque es la cantaora de facultades vocales más parecidas a las del maestro. Y lo ha hecho en un momento de verdadera libertad en el mundillo flamenco, rotos los corsés que imponía aquel mairenismo rampante que condenó a artistas como José Tejada al extrarradio del cante.  Acierto, pues,  en la elección del personaje y buen sentido de la  oportunidad.

Había levantado mucha expectación este concierto. Todo el billetaje vendido en el Teatro Central. Muchos aficionados fuimos con la predisposición de escuchar a la cantaora diferente que sabemos que es. Y nos encontramos con una primera parte del concierto bien construida argumental y musicalmente y con su encanto personal, que es mucho. Granaína, fandangos, seguiriyas, taranta, el Romance a Córdoba declamado al modo de Pepe Marchena... Y terminó la primera parte, con el toque de un Pepe Habichuela que mejora con su acompañamiento a cualquiera que cante, y así lo hizo con la onubense.

La cantaora ya advirtió que la segunda parte sería más transgresora. ¡Y tanto! Fue irreconocible con respeto a la primera. Tuvimos la sensación de que se había transformado y nos metía de matute uno de esos montajes extraños, de flamenco tangencial,  tan del gusto de Pedro G. Romero, artífice también del fiasco de la gala inaugural sobre Morente. ¿Fue libre elección de Rocio esa sucesión de tenebrosidades extraflamencas de la segunda parte o fue imposición de este director? Precisarlo no quitaría responsabilidad a la artista onubense, pero atenuaría su error.

Dicho esto, hay que recordar que Rocío abrazó el flamenco pudiendo haber hecho carrera en cualquier otra música con las capacidades que tiene. Que es  estudiosa y una enorme aficionada; una mujer lúcida y bien preparada, con 28 años y todo el derecho del mundo a experimentar, a buscar su camino, incluso a equivocarse. 

Rocío Márquez tiene que  saber cuál es su público, tiene que definir dónde está y lo que le ofrece. Lo de esta noche ha sido un borrón, por más que le reconozcamos que es una excelente artista y que esperamos de ella grandes cosas.




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