Me gusta los
festivales de los pueblos, los que guardan esos aromas de encuentro con el
hecho flamenco con la naturalidad de quien considera a este arte nuestro cosa
suya, familiar, de la calle... El ambigú, donde una parte del público refuerza sus
emociones flamencas con el alcohol, como se hacía antes, porque la emoción
llama a las copas, aunque después, en un control de carretera, un guardia te
devuelva cruelmente a la realidad; con esos espacios abiertos, donde se puede
fumar y hablar con los otros, mover la silla, sentirse gozosamente terrenal;
donde los artistas actúan menos condicionados por la solemnidad del local... Me
gustan mucho más que los rígidos teatros. Mi ancestro rural...
Por eso me
gusta el Hotel Triana, ese patio de vecinos situado en la Triana profunda, que
guarda sabores de antaño, con la gente asomada a sus balcones engalanados con
mantones y macetas, disfrutando del espectáculo... Rezuma pueblo. Y si, como
en este caso, su patio abierto se utiliza para traer embajadas de los diversos
pueblos, familias y colectivos con solera flamenca, mejor que mejor. Para mí -es un gusto
personal- el Hotel Triana es el mejor escenario de la Bienal, el que reúne las
mejores condiciones para un encuentro con el flamenco. ¡Gloria para este lugar
por lo que es y por lo que recuerda, que la evocación y la memoria son alimento
rico vital el flamenco siempre!
Pues anoche
vimos en este marco acogedor el espectáculo "El baile en la
frontera", la gente de Morón.. El
pueblo de la cal, con un pasado sobresaliente de históricos flamencos (El
Fillo, La Andonda, Silverio, El Tenazas ganador del Concurso de Granada de
1922, Joselero, Diego del Gastor, Don E.
Pohren el norteamericano enamorado que lo pregonó) vio fenecer su leyenda de
los años 60 y 70 y pasó un par de décadas de sequía flamenca.
Pero cuando
hay buen sustrato y afición, se pueden esperar nuevas germinaciones. Y en Morón
van surgiendo. Actualmente, hay una
generación de artistas que mantiene en pie las constantes esenciales de su
identidad tradicional: el baile con una cantera nueva, Pepe Torres, Carmen
Lozano, Jairo Barrull por aproximación; el toque con Dani de Morón; el cante con
Moi, El Galli, por nombrar los más conocidos. Morón va recuperando su
personalidad en el panorama de los
pueblos con tradición y oferta flamenca
(Jerez, Lebrija, Utrera, Mairena).
El elenco
estaba formado por tres bailaores de raza: Pepe Torres, Jairo Barrull y Carmen
Lozano como artista invitada. Más las guitarras de Dani de Morón y,
rescatándolo de su retiro para la ocasión, Diego de Morón como colaboración
especial, casi ni sombra de lo que fue porque la biología cumple sus cometidos con crueldad y al hacernos mayores perdemos facultades. Y el veterano Antonio Ruiz el
Carpintero, con su cante de la campiña pregonado, recordando a Joselero; lo
acompañó Dani, que se presta generoso a hacer de Diego el del Gastor para que
disfruten los nostálgicos.
Además, cuatro
primeros espadas del cante para el baile, especialistas del compás y el buen
quehacer: Juan José Amador, Moi de Morón, David el Galli y Guillermo Manzano,
con dos guitarras eficaces y espléndidas, los hermanos Eugenio y Paco
Iglesias. Cantaron y tocaron a gusto,
con ganas en un espectáculo de dos horas que se desarrolló con una continuidad
perfecta, ágil y bien llevado. Los
espectáculos son como los cócteles, que requieren buenos ingredientes, buena preparación
y presentación adecuada para que sepan bien. "El baile en la
frontera" fue un cóctel mezclado con acierto por un promotor joven
-Fernando González-Caballos- que siempre arriesga con sus propuestas, que
innova y que carga con sentido y mensaje sus espectáculos.
Aparte del
disfrute, la noche nos dejó dos planos sonoros y creativos para sopesar la
evolución del flamenco, como arte vivo que es: la seguiriya tocada por Diego de
Morón con aires de Diego del Gastor, una pieza de guitarra sencilla, lenta, con
más sentimiento que técnica y el regusto del viejo flamenco, por una parte. Y
por otra, la seguiriya de Dani de Morón, de nuevo diseño creativo, cargada de
técnica y de velocidad, limpia y actual. Las dos, ejecutadas sobre la misma base, flamencas sin discusión. Pero sólo comparables en eso. Evolución y cambio. Como la vida misma.
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