... porque se metía en las cuevas más insondables del cante, a buscar sus misterios y a sacarlos a la superficie de nuestras emociones
cargados de toda su intensidad. Y en ese viaje, contagiados de su magia, abría
para el aficionado el cofre de sus excelencias.
Todos los riesgos que contienen -un poner- los pasadizos oscuros de la seguiriya los
superaba con la entrega del creyente, y nos hacía comprender por qué emociones
tan intensas e inefables pueden manifestarse rompiéndose la camisa o llorando
como niños sin saber por dónde nos ha entrado el rejo del dolor,.. y era el
fino puñal de su voz laína penetrante e inolvidable. ¿A quién no le ha pasado con Canela que se le ha metido su
eco en el sentido y se le ha quedado allí, rebotando en la cabeza como una
obsesión gloriosa, durante un día entero, o dos o tres?
¡Canela era el cante!
El arte tallado en las formas del pasado y en el fondo abisal de los primeros románticos de
mediados del siglo XIX. No lo busquen cerca, en el teatro o en la
representación actuales, porque ahí no lo van a encontrar .
¡Canela no era de
este tiempo, señores!Él iba hacia el cante siempre nuevo, como el maletilla que
se salta al cerrado de los toros, a pecho descubierto. Por ejemplo, para
cantar por soleá no comenzaba por Alcalá
para irse templando y calentando la voz y la emoción. No; él tiraba desde el
principio por los estilos de El Mellizo o de Frijones, que son mucho más altos
y exigen más entrega.
¿Anárquico? Un punto, sí. Y genial. No había atajos en su
actitud ante cualquier cante. Cantaba como los viejos, como los de verdad de
antaño, desnudo con su poderío ante la
pieza entera. En su faena a los tercios,
extendía la muleta de su voz desde el pitón al rabo y los llevaba toreados
durante toda la trayectoria... Por eso cada tercio de su seguiriya era la
soledad más doliente que podía encontrarse. ¡Con la veteranía que tenía, y seguía
haciendo lo mismo hasta el día de
marcharse! Con Canela, la seguiriya sonaba siempre a luto; la soleá, a pensamiento
limpio y reflexión profunda, y los fandangos al argumento más sincero.
Canela fue un seguidor
de la escuela mairenista. Pero era tan fuerte su personalidad cantaora que sólo se perciben las coincidencias enciclopédicas
y el conocimiento teórico si se estudian, como ha hecho Luis Soler. Canela no es un imitador de Antonio, sino del
diseño de su cante; su impronta y su emoción no son tributarias de nadie.
(Curiosamente -y para el 'debe' de Mairena queda-, nunca le invitaron a su
festival, y pocas veces actuó en este pueblo sevillano).
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