jueves, 3 de marzo de 2016

And the winner is... ¡Antonio Rastrojo!




"Fandango. Sinfonía de la luz", estrenado el Teatro de la Maestranza de Sevilla  con todo el boato de los grandes acontecimientos. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Coral de la Real Agrupación de Valverde del Camino, una docena de voces cantaoras, dos guitarras de solera  y la composición y dirección de José Miguel Évora. Todo un aval, a priori, para un gran acontecimiento, porque el fandango de Huelva -ese gran incomprendido entre los palos del flamenco-, se daba postín y oportunidad de lucimiento en la capital grande del cante. Mucho público sevillano que gusta de los aires huelvanos y muchos aficionados de la Huelva flamenca que acudieron a la cita con el íntimo y discreto orgullo de mostrar sus encantos musicales y gozar de una oportunidad histórica (manque los precios del teatro son prohibitivos).

Comienza el espectáculo, con un centenar de profesionales (músicos, coro, cantaores, guitarras)  sobre el escenario. Arranca la orquesta con una obertura larga, inacabable, lenta, lánguida, insípida..., que no se distingue si es música sacra, si réquiem, si paisaje de mar en calma o banda sonora para la despedida del vaquero con plano en lontananza de la romántica novia entristecida. ¿Qué es esto que estamos escuchando? ¿es sinfonía de luz, como corresponde a un cante de emoción, vivacidad y mensaje como es el fandango... o es meramente un paisaje sonoro de música dulzona y plana que -luego lo iremos comprobando- no encaja ni empujando con el espíritu alegre y acompasado del cante que se celebra?

Las voces de las cantaoras, primero a coro, luego como solistas, surgen en medio de aquella insulsa planicie musical como su instinto les da a entender, buscando una presencia que no consiguen porque la orquesta las supera y las confunde. No hay horma ni preparación para el encuentro entre la instrumentación y el cante, de manera que el cante surge como puede, luchando contra las adversidades ambientales.

Aquí falta algo...¿Qué falta, qué falta...? Falta el compás. ¡¿El compás? ¿Puede habérsele olvidado a un músico tan experto y flamenco como Évora enfatizar el compás para ayudar a los cantaores a ejecutar sus fandangos?! No es posible; debe ser otra cosa... ¡Falta mostrar el compás!  A ver, que suenen las guitarras de Ramón Jesús Díaz y de El Mae... O que álguien haga nudillos, por lo menos... Nada. (No hay compás marcado de manera clara hasta el fandango de Zalamea que canta Antonio El Raya, director artístico de la obra;  llevamos ochenta minutos de espectáculo). La música que ejecuta la orquesta está diseñada así. Pero, claro, algo tan fundamental como marcar el compás con énfasis, que es distintivo y seña de identidad del fandango, lo necesita el cantaor para entrar, para desarrollarse sobre una estructura que, además, le da gracia y donaire. 

La  sinfonía somete al cante popular a un encaje cuasi imposible, y así la mezcla va consiguiendo un híbrido que no suena ni a folclore ni a flamenco ni a música sinfónica.  La orquesta va por un lado y el cante por otro. No es fácil el encuentro, mas si se consigue clarificar algo es gracias al experimentado y buen quehacer del elenco de cante. 

(No soy músico, pero tengo escuchados muchos cientos de horas de fandangos, y esa experiencia y mi oído me dicen que se vuelve a fallar en lo que quienes se acercan a los fandangos de Huelva llevan naufragando un siglo largo: que desprecian el compás, algo tan básico como la melodía en este cante que fue bailable. Seguimos como siempre y donde siempre. Como un día me confesó Juan el Lebrijano, a Huelva no se le coge el aire porque los artistas estudian poco y la mayoría son 'cortitos'. O porque la toman como campo de experimentación).

Así que prosiguen los tres rígidos movimientos, dedicados a La Sierra, Huelva y El Andévalo, con la música fría de la orquesta. A estas alturas (tres cuartos de hora de espectáculo consumido) ya sabemos que una cosa es el fandango y otra la sinfonía. Y que la luz ni ha aparecido ni aparecerá, probablemente. Irían mejor cada uno por su lado, porque así como en la "Nana del caballo grande", de Camarón con la Real Orquesta Filarmónica de Londres, el cante y la música convergen de preciosa manera, y se complementan y enriquecen mutuamente, aquí ese milagro no va a ocurrir. La suerte está echada y la única esperanza ahora es que se calle la orquesta y que suenen las guitarras (una hora ya calladas) y las voces para poder encontrarnos con la magia y la emoción de los fandangos despojados de espurios ropajes musicales.

(Otra cuestión: mantener a un centenar de personas en un escenario sin moverse ni actuar nada durante una hora y media es un error escénico de principiantes. Y otro error es tener un coro de más de cuarenta voces para  hacer tres fandangos;  y tener dos guitarras, que son compañías inseparables del fandango, como peones y  en silencio hasta el desahogo final).

Cuando se alcanza la parte final del tercer movimiento, la dedicada a los cantes de Alosno, es cuando calla la orquesta. Ahora, al fin,  acometen las guitarras y se yergue  -potente, bravío y emotivo- el fandango de Antonio Rastrojo. Y es entonces, justo entonces, cuando el teatro prorrumpe en un aplauso enfervorizado, lleno de emoción. Rastrojo activó las emociones adormiladas de la sala y propició el reencuentro con las expectativas del gran público, nos rescató del desencanto. Aquí justo fue el momento en que el fandango se hizo luz rasgando las penumbras musicales. 

-. Gracias, Antonio Rastrojo: creo en ti y en el Alosno, y en la Huelva fandanguera entera: no necesito más inventos. 

Pudo haber momentos anteriores, cuando cantaron Argentina, las hermanas Molina, Yolanda Sousa, Elena de Carmen, Macarena... para llegar a la emoción, pero la música neutralizó sus fandangos con frialdad de pez.

¡La luz del fandango desnudo, sin condicionamientos: sólo la voz y la guitarra! Con lo sencillo que es... Ese cuadro de cante y toque estaba capacitado para mantener al Maestranza de pie durante dos horas, porque el fandango es el palo de las emociones inmediatas, de los sentimientos activos, de los chispazos al corazón.

La obra es un intento fallido, a la que no se le pueden negar, empero, los buenos propósitos, faltara más. Con semejante cuadro de cante y toque se habrían podido hacer maravillas. Además, dio sensación de obra poco cocinada y adolece

de ensayos. Es manifiestamente mejorable y bien le vendrá para próximas representaciones, si es que las hay, una profunda revisión. O archivarla en el apartado de lo que pudo haber sido y no fue.


"FANDANGO, SINFONIA DE LUZ" se estrenó en el T. Maestranza en la noche del 2 de marzo de 2016, con la composición y dirección de José Miguel Évora y la dirección artística de Antonio González. Con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Coral de la Real Agrupación de Valverde del Camino, el cante de Argentina, Macarena de la Torre, las hermanas Molina, Yolanda Sousa, Elena de Carmen, Antonio el Raya, Jeromo Segura, Antonio Rastrojo y José María Rodríguez, con las guitarras de Ramón Jesús Díaz y Fernando Iglesias "Mae".
FOTO: Presentación de la obra en la Diputación de Huelva. EUROPA PRESS.



3 comentarios:

Unknown dijo...

No puede ser más acertada tu crónica. La hago mía desde el principio. Un placer coincidir en su totalidad.

Unknown dijo...

No puede ser más acertada tu crónica. La hago mía desde el principio. Un placer coincidir en su totalidad.

Doria dijo...

De pe a pa lo suscribo, envidio no tener la precisión tuya para relatar lo que mi pensamiento retiene de lo visto, vivido y escuchado ayernoche. Gracias, enhorabuena, un abrazo.
Te lo robo y comparto.