"Fandango.
Sinfonía de la luz", estrenado el Teatro de la Maestranza de Sevilla con todo el boato de los grandes
acontecimientos. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Coral de la Real Agrupación
de Valverde del Camino, una docena de voces cantaoras, dos guitarras de
solera y la composición y dirección de
José Miguel Évora. Todo un aval, a priori, para un gran acontecimiento, porque
el fandango de Huelva -ese gran incomprendido entre los palos del flamenco-, se
daba postín y oportunidad de lucimiento en la capital grande del cante. Mucho
público sevillano que gusta de los aires huelvanos y muchos aficionados de la
Huelva flamenca que acudieron a la cita con el íntimo y discreto orgullo de mostrar
sus encantos musicales y gozar de una oportunidad histórica (manque los precios
del teatro son prohibitivos).
Comienza el
espectáculo, con un centenar de profesionales (músicos, coro, cantaores,
guitarras) sobre el escenario. Arranca
la orquesta con una obertura larga, inacabable, lenta, lánguida, insípida...,
que no se distingue si es música sacra, si réquiem, si paisaje de mar en calma
o banda sonora para la despedida del vaquero con plano en lontananza de la
romántica novia entristecida. ¿Qué es esto que estamos escuchando? ¿es sinfonía
de luz, como corresponde a un cante de emoción, vivacidad y mensaje como es el
fandango... o es meramente un paisaje sonoro de música dulzona y plana que -luego
lo iremos comprobando- no encaja ni empujando con el espíritu alegre y
acompasado del cante que se celebra?
Las voces de
las cantaoras, primero a coro, luego como solistas, surgen en medio de aquella
insulsa planicie musical como su instinto les da a entender, buscando una
presencia que no consiguen porque la orquesta las supera y las confunde. No hay
horma ni preparación para el encuentro entre la instrumentación y el cante, de
manera que el cante surge como puede, luchando contra las adversidades
ambientales.
Aquí falta
algo...¿Qué falta, qué falta...? Falta el compás. ¡¿El compás? ¿Puede habérsele
olvidado a un músico tan experto y flamenco como Évora enfatizar el compás para
ayudar a los cantaores a ejecutar sus fandangos?! No es posible; debe ser otra
cosa... ¡Falta mostrar el compás! A ver, que
suenen las guitarras de Ramón Jesús Díaz y de El Mae... O que álguien haga
nudillos, por lo menos... Nada. (No hay compás marcado de manera clara hasta el
fandango de Zalamea que canta Antonio El Raya, director artístico de la
obra; llevamos ochenta minutos de
espectáculo). La música que ejecuta la orquesta está diseñada así. Pero, claro, algo tan fundamental
como marcar el compás con énfasis, que es distintivo y seña de identidad del fandango, lo
necesita el cantaor para entrar, para desarrollarse sobre una estructura que,
además, le da gracia y donaire.
La sinfonía somete al cante popular a un encaje
cuasi imposible, y así la mezcla va consiguiendo un híbrido que no suena ni a
folclore ni a flamenco ni a música sinfónica. La orquesta va por un lado y el cante por otro. No es fácil el encuentro, mas si se
consigue clarificar algo es gracias al experimentado y buen quehacer del elenco
de cante.
(No soy
músico, pero tengo escuchados muchos cientos de horas de fandangos, y esa
experiencia y mi oído me dicen que se vuelve a fallar en lo que quienes se
acercan a los fandangos de Huelva llevan naufragando un siglo largo: que
desprecian el compás, algo tan básico como la melodía en este cante que fue
bailable. Seguimos como siempre y donde siempre. Como un día me confesó Juan el
Lebrijano, a Huelva no se le coge el aire porque los artistas estudian poco y
la mayoría son 'cortitos'. O porque la toman como campo de experimentación).
Así que
prosiguen los tres rígidos movimientos, dedicados a La Sierra, Huelva y El
Andévalo, con la música fría de la orquesta. A estas alturas (tres cuartos de
hora de espectáculo consumido) ya sabemos que una cosa es el fandango y otra la
sinfonía. Y que la luz ni ha aparecido ni aparecerá, probablemente. Irían mejor
cada uno por su lado, porque así como en la "Nana del caballo
grande", de Camarón con la Real Orquesta Filarmónica de Londres, el cante
y la música convergen de preciosa manera, y se complementan y enriquecen
mutuamente, aquí ese milagro no va a ocurrir. La suerte está echada y la única
esperanza ahora es que se calle la orquesta y que suenen las guitarras (una
hora ya calladas) y las voces para poder encontrarnos con la magia y la emoción
de los fandangos despojados de espurios ropajes musicales.
(Otra
cuestión: mantener a un centenar de personas en un escenario sin moverse ni
actuar nada durante una hora y media es un error escénico de principiantes. Y
otro error es tener un coro de más de cuarenta voces para hacer tres fandangos; y tener dos guitarras, que son compañías
inseparables del fandango, como peones y
en silencio hasta el desahogo final).
Cuando se
alcanza la parte final del tercer movimiento, la dedicada a los cantes de
Alosno, es cuando calla la orquesta. Ahora, al fin, acometen las guitarras y se yergue -potente,
bravío y emotivo- el fandango de Antonio Rastrojo. Y es entonces, justo
entonces, cuando el teatro prorrumpe en un aplauso enfervorizado, lleno de
emoción. Rastrojo activó las emociones adormiladas de la sala y propició el
reencuentro con las expectativas del gran público, nos rescató del desencanto. Aquí
justo fue el momento en que el fandango se hizo luz rasgando las penumbras musicales.
-. Gracias, Antonio Rastrojo:
creo en ti y en el Alosno, y en la Huelva fandanguera entera: no necesito más
inventos.
Pudo haber momentos anteriores, cuando cantaron Argentina, las
hermanas Molina, Yolanda Sousa, Elena de Carmen, Macarena... para llegar a la
emoción, pero la música neutralizó sus fandangos con frialdad de pez.
¡La luz del fandango desnudo, sin
condicionamientos: sólo la voz y la guitarra! Con lo sencillo que es... Ese
cuadro de cante y toque estaba capacitado para mantener al Maestranza de pie
durante dos horas, porque el fandango es el palo de las emociones inmediatas,
de los sentimientos activos, de los chispazos al corazón.
La obra es un intento
fallido, a la que no se le pueden negar, empero, los buenos propósitos, faltara más. Con semejante cuadro de cante y toque se habrían podido hacer maravillas. Además, dio sensación de obra poco cocinada y adolece
"FANDANGO, SINFONIA DE LUZ"
se estrenó en el T. Maestranza en la noche del 2 de marzo de 2016, con la
composición y dirección de José Miguel Évora y la dirección artística de
Antonio González. Con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la Coral de la
Real Agrupación de Valverde del Camino, el cante de Argentina, Macarena de la Torre,
las hermanas Molina, Yolanda Sousa, Elena de Carmen, Antonio el Raya, Jeromo
Segura, Antonio Rastrojo y José María Rodríguez, con las guitarras de Ramón
Jesús Díaz y Fernando Iglesias "Mae".
FOTO: Presentación de la obra en la Diputación de Huelva. EUROPA PRESS.
3 comentarios:
No puede ser más acertada tu crónica. La hago mía desde el principio. Un placer coincidir en su totalidad.
No puede ser más acertada tu crónica. La hago mía desde el principio. Un placer coincidir en su totalidad.
De pe a pa lo suscribo, envidio no tener la precisión tuya para relatar lo que mi pensamiento retiene de lo visto, vivido y escuchado ayernoche. Gracias, enhorabuena, un abrazo.
Te lo robo y comparto.
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